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PERFIL

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30 abril 2025

10:09h

6 Min. de lectura

Vanessa Rubio, jugadora de balonmano

Vanessa Rubio una profesional atrapada en la precariedad

La jugadora compite al más alto nivel del balonmano femenino español mientras estudia Medicina y sobrevive con un salario que no refleja su entrega ni su talento

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CARLA ANDREU

Vanessa Rubio en el campo de juego

CARLA ANDREU

Castellón de la Plana, 31 de marzo de 2025 - Vanessa Rubio, jugadora del Club Balonmano Elche, no necesita más credenciales para ser considerada una deportista de élite. Compite en la División de Honor del balonmano (liga Iberdrola) femenino nacional, entrena con la exigencia de una profesional y representa a una de las plantillas más competitivas de la liga. Sin embargo, su realidad económica dista mucho de lo que podría esperarse de alguien que vive y respira deporte a tiempo completo. “Entrenamos como profesionales, competimos como profesionales, pero vivimos como amateurs”, denuncia.

Originaria de Onda (Castellón), Rubio comenzó a jugar al balonmano desde muy joven, en su tierra natal, y pronto demostró un talento natural para el deporte. Su pasión por el balonmano la llevó a escalar categorías y a ser una jugadora destacada, conocida por su capacidad a la hora de atacar, su liderazgo en el campo y su incansable trabajo en equipo. A lo largo de su carrera, ha jugado en varios clubes y ha conseguido hacerse un hueco en este mundo, con un estilo de juego que la convierte en una pieza clave en cualquier plantilla.

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VANESSA RUBIO

Vanessa Rubio en la selección española

A todo ello se suma que Rubio compagina su vida como deportista con otra carrera igual de exigente: estudia Medicina, una de las titulaciones con mayor carga académica. Esta doble dedicación evidencia no solo su esfuerzo, sino también la falta de garantías que le ofrece el balonmano como salida profesional. "Amo el balonmano, pero sé que con esto, de momento, no puedo asegurarme un futuro. Estudio Medicina porque necesito una base sólida, algo que me dé estabilidad", afirma con determinación. Mientras en la pista se deja la piel por competir al máximo nivel, en las aulas se prepara para un futuro que, al menos por ahora, parece ofrecerle más estabilidad lejos del deporte.

Tras años de esfuerzo y sacrificio, Vanessa Rubio llegó en 2022 al Club Balonmano Elche, uno de los grandes referentes del balonmano femenino en España. Sin embargo, ese paso también implicó un riesgo personal: cobra 1.500 euros netos al mes, una cantidad que debe estirar para cubrir todos sus gastos, desde el alquiler hasta la alimentación o el transporte. 

No me quejo de lo que cobro, pero la realidad es que con ese dinero tengo que pagar absolutamente todo. No me sobra nada

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Una situación que contrasta con los sueldos en la liga masculina, donde los jugadores pueden llegar a percibir hasta 6.400 euros al mes, con condiciones mucho más favorables.

CARLA ANDREU

Brecha en el balonmano español

Una rutina sin tregua

El día a día de Vanessa  Rubio comienza temprano, entre apuntes y prácticas universitarias. Luego vienen las sesiones de entrenamiento, los viajes, los partidos... y más estudio por la noche. Su agenda no deja margen para la improvisación, cada hora está medida para poder cumplir con todo. A veces, confiesa, se le hace cuesta arriba. Pero su constancia vence al cansancio.

Le gusta madrugar, se organiza con listas, y se obliga a no dejarse vencer por el agotamiento físico o mental. Esa disciplina férrea, casi quirúrgica, la ha llevado a ser lo que es hoy: una jugadora comprometida, una estudiante brillante y una mujer que no acepta que el talento y el esfuerzo tengan que estar reñidos con los derechos laborales.

“Sé que no voy a estar siempre al 100 % en todo, pero me niego a elegir entre mi pasión y mi futuro”, asegura. En su voz no hay resignación, sino una mezcla de claridad y convicción. La misma que transmite cuando está en pista, dirigiendo la defensa o animando a sus compañeras.

Pese a su perfil discreto y alejado del foco mediático, Vanessa Rubio es una referente para muchas niñas que sueñan con llegar a lo más alto en el deporte. Ella no sale en grandes campañas publicitarias ni protagoniza portadas, pero en cada entrenamiento, en cada partido, demuestra que se puede jugar con garra, con cabeza y con el corazón.

Su compromiso también se extiende fuera de la pista. Entrena a niños en escuelas municipales, no solo como fuente de ingresos extra, sino como forma de devolver al balonmano parte de lo que le ha dado. 

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A veces pienso que ellas tendrán más oportunidades que nosotras. Me gustaría que, si llegan a la élite, no tengan que vivir lo mismo que vivimos ahora

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Una lucha más allá del marcador

Vanessa Rubio no levanta la voz a menudo, pero cuando lo hace, es para señalar las desigualdades que persisten en su deporte. No exige privilegios, solo condiciones dignas, contratos profesionales y reconocimiento institucional. “No pedimos lujos, pedimos que nuestro trabajo sea tratado como tal”, resume.

Su caso es el de muchas otras jugadoras que forman parte de la élite deportiva sin que el sistema las reconozca como tales. Jugadoras que sostienen una liga con nivel competitivo internacional sin apenas protección laboral, sin Seguridad Social, sin cotizaciones, sin estabilidad.

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CARLA ANDREU

Vanessa Rubio en el CB Elche

Cuando se quita la camiseta del Elche, Vanessa Rubio vuelve a ser una joven de 21 años que estudia, trabaja, entrena y vive en una ciudad lejos de casa. Le gusta pasear, tomarse un café con sus amigas, pasar tiempo con su familia cuando puede. Echa de menos Onda, pero sabe que su camino pasa por donde está ahora. No se considera heroína ni ejemplo de nada. Solo alguien que lo intenta, cada día, con todo lo que tiene.

Y eso, precisamente, es lo que la convierte en una figura necesaria. En una voz que, aunque no grite, resuena con fuerza.

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